En estos días en que la prensa internacional
informa al mundo sobre el brote de cólera en Haití, donde ya más de 400
personas han fallecido y unas 6,000 han sido hospitalizadas parece ser
que aún estando muy lejos de la isla, ese hecho tuvo algún efecto en las
defensas que tiene mi cuerpo pues estas bajaron y cogí una gripe. Es
penoso que las tragedias y las enfermedades se sigan cebando sobre el
pueblo haitiano.
Mi mente bajo los efectos del virus y la medicina que había tomado comenzó a divagar y entonces recordé la magnífica novela de amor de García Márquez titulada “El amor en tiempos de cólera” donde este nos deja ver cómo el paso del tiempo destruye y reconstruye almas y ciudades. Pensé en uno de sus personajes, el Doctor Juvenal Urbino quien acabó con el cólera en el pueblito donde vivía. Pero también vino a mi mente un gran dominicano, don Manuel Peña Batlle y decidí localizar algunos de sus escritos. En esa búsqueda me encontré con una carta que Peña Batlle siendo Canciller de la República dirigió el 6 de noviembre del 1945 al Dr. Jorge Mañach y Robato, en ese entonces Canciller de Cuba.
Ese trabajo de Peña Batlle no tiene desperdicio y es una antología a la dominicanidad. Esa carta retrata lo que verdaderamente era Peña Batlle, un verdadero defensor de nuestros valores patrios y no un antihaitiano como algunos lo han querido denotar.
Decidí conocer algo del Dr. Mañach y Robato y según lo que encontré, este fue uno de los más distinguidos intelectuales de su país en la época en que le tocó vivir. Seguí profundizando y encontré que tuvo una prima hermana llamada Edelmira Sampedro y Robato quien luego se convirtió en la Condesa de Covadonga al casarse con Alfonso, Príncipe de Asturias y heredero al trono español.
El Dr. Mañach al subir Fidel Castro salió al exilio y murió en 1961 en Puerto Rico. Seguí buscando en el maravilloso mundo de la informática y encontré una enorme cantidad de fuentes que informaban sobre tan reputado ciudadano cubano. Sin embargo no encontré casi nada sobre el también ilustre dominicano Manuel Peña Batlle.
Me pregunté la razón de eso y parte de la respuesta la encontré en la carta que el canciller Peña Batlle le remitió a su colega en Cuba. En ella Peña Batlle decía que desde hace siglos los dominicanos vivimos en un proceso de dualidad, anormalidad y desorganización, un lastre que hemos sido incapaces de resolver. Pero no convencido de un todo seguí buscando, y finalmente decidí poner en una balanza el bagaje intelectual de nuestro Peña Batlle versus el del Dr. Mañach y mi conclusión fue que el nuestro tenía un mayor peso intelectual que el cubano.
Sin embargo, sobre el antiguo canciller cubano existen más referencias y es más conocido a nivel mundial que el nuestro y eso en parte ocurre debido a la desorganización de nuestra vida institucional.
Decía en aquel entonces Peña Batlle que los dominicanos estábamos obligados a mantenernos pendientes de que no se nos vaya de las manos el sentido inicial de nuestra vida colectiva y que teníamos que tener muy en cuenta la situación dualista que existía en la isla.
Hacía énfasis cuando nos indicaba que en República Dominicana no podía producirse un régimen de gobierno desinteresado de la fuerza, pues, si eso ocurriese este se convertiría en un agente de la expansión haitiana. Finalmente nos advertía que la democracia, como la entienden algunos países, es un lujo que no podemos gastarnos nosotros.
La realidad y el transcurrir del tiempo y lo que ha ocurrido demuestra que nuestra dualidad, que también podría llamarse indefinición, ha estado retrasando nuestro desarrollo económico y social así como el proceso de institucionalización. No podemos negar que hemos tenido altos niveles de crecimiento económico, pero no hemos logrado reducir los niveles de pobreza y las desigualdades.
Todavía tenemos un Estado frágil que opera con costosas e ineficaces instituciones que sirven de sostén a una democracia que no ha podido sacar de la ignorancia a millones de dominicanos. El materialismo se ha apoderado de nuestra sociedad, y a esto se le ha unido el problema de la violencia, y el ser un país puente para el tráfico de drogas y de personas.
Nuestra democracia se ha convertido en libertinaje y todavía no comprendemos que ésta implica tener derechos, pero también deberes ciudadanos. Nosotros los dominicanos somos los culpables de eso y no los extranjeros.
Pienso que debemos divulgar más los trabajos de Peña Batlle para que nuestros ciudadanos entiendan que no podemos seguir viviendo con esa dualidad, y permitiendo, entre otras cosas, una expansión haitiana descontrolada sobre nuestro territorio. Si ese acto de lesa patria lo seguimos haciendo a nombre de la democracia, entonces tal y como dijo Peña Batlle la democracia es un lujo que no podemos tener los dominicanos.
Mi mente bajo los efectos del virus y la medicina que había tomado comenzó a divagar y entonces recordé la magnífica novela de amor de García Márquez titulada “El amor en tiempos de cólera” donde este nos deja ver cómo el paso del tiempo destruye y reconstruye almas y ciudades. Pensé en uno de sus personajes, el Doctor Juvenal Urbino quien acabó con el cólera en el pueblito donde vivía. Pero también vino a mi mente un gran dominicano, don Manuel Peña Batlle y decidí localizar algunos de sus escritos. En esa búsqueda me encontré con una carta que Peña Batlle siendo Canciller de la República dirigió el 6 de noviembre del 1945 al Dr. Jorge Mañach y Robato, en ese entonces Canciller de Cuba.
Ese trabajo de Peña Batlle no tiene desperdicio y es una antología a la dominicanidad. Esa carta retrata lo que verdaderamente era Peña Batlle, un verdadero defensor de nuestros valores patrios y no un antihaitiano como algunos lo han querido denotar.
Decidí conocer algo del Dr. Mañach y Robato y según lo que encontré, este fue uno de los más distinguidos intelectuales de su país en la época en que le tocó vivir. Seguí profundizando y encontré que tuvo una prima hermana llamada Edelmira Sampedro y Robato quien luego se convirtió en la Condesa de Covadonga al casarse con Alfonso, Príncipe de Asturias y heredero al trono español.
El Dr. Mañach al subir Fidel Castro salió al exilio y murió en 1961 en Puerto Rico. Seguí buscando en el maravilloso mundo de la informática y encontré una enorme cantidad de fuentes que informaban sobre tan reputado ciudadano cubano. Sin embargo no encontré casi nada sobre el también ilustre dominicano Manuel Peña Batlle.
Me pregunté la razón de eso y parte de la respuesta la encontré en la carta que el canciller Peña Batlle le remitió a su colega en Cuba. En ella Peña Batlle decía que desde hace siglos los dominicanos vivimos en un proceso de dualidad, anormalidad y desorganización, un lastre que hemos sido incapaces de resolver. Pero no convencido de un todo seguí buscando, y finalmente decidí poner en una balanza el bagaje intelectual de nuestro Peña Batlle versus el del Dr. Mañach y mi conclusión fue que el nuestro tenía un mayor peso intelectual que el cubano.
Sin embargo, sobre el antiguo canciller cubano existen más referencias y es más conocido a nivel mundial que el nuestro y eso en parte ocurre debido a la desorganización de nuestra vida institucional.
Decía en aquel entonces Peña Batlle que los dominicanos estábamos obligados a mantenernos pendientes de que no se nos vaya de las manos el sentido inicial de nuestra vida colectiva y que teníamos que tener muy en cuenta la situación dualista que existía en la isla.
Hacía énfasis cuando nos indicaba que en República Dominicana no podía producirse un régimen de gobierno desinteresado de la fuerza, pues, si eso ocurriese este se convertiría en un agente de la expansión haitiana. Finalmente nos advertía que la democracia, como la entienden algunos países, es un lujo que no podemos gastarnos nosotros.
La realidad y el transcurrir del tiempo y lo que ha ocurrido demuestra que nuestra dualidad, que también podría llamarse indefinición, ha estado retrasando nuestro desarrollo económico y social así como el proceso de institucionalización. No podemos negar que hemos tenido altos niveles de crecimiento económico, pero no hemos logrado reducir los niveles de pobreza y las desigualdades.
Todavía tenemos un Estado frágil que opera con costosas e ineficaces instituciones que sirven de sostén a una democracia que no ha podido sacar de la ignorancia a millones de dominicanos. El materialismo se ha apoderado de nuestra sociedad, y a esto se le ha unido el problema de la violencia, y el ser un país puente para el tráfico de drogas y de personas.
Nuestra democracia se ha convertido en libertinaje y todavía no comprendemos que ésta implica tener derechos, pero también deberes ciudadanos. Nosotros los dominicanos somos los culpables de eso y no los extranjeros.
Pienso que debemos divulgar más los trabajos de Peña Batlle para que nuestros ciudadanos entiendan que no podemos seguir viviendo con esa dualidad, y permitiendo, entre otras cosas, una expansión haitiana descontrolada sobre nuestro territorio. Si ese acto de lesa patria lo seguimos haciendo a nombre de la democracia, entonces tal y como dijo Peña Batlle la democracia es un lujo que no podemos tener los dominicanos.