martes, 23 de febrero de 2010

Testimonio Angelita Trujillo

Angelita dice Trujillo vive en el palpitar de los dominicanos - Listin diario MEMORIAS DE LA HIJA DEL “JEFE” Angelita Trujillo, la hija menor del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina. Acto público. Rafael Leonidas Trujillo Molina acompañado por un amplio séquito de funcionarios de su régimen. Reunión. Angelita habla con su padre en un encuentro familiar. Santo Domingo.- Angelita Trujillo, la hija menor del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, acaba de publicar sus memorias en las que aborda algunos sucesos que conmocionaron a la sociedad en sus treinta y un años de régimen, y dice de su padre que “después de casi 50 años de su muerte, aún vive presente en el palpitar de los dominicanos”. En “Trujillo, mi padre”, que se pondrá oficialmente en circulación este jueves en la Universidad del Caribe y en Miami, Angelita describe “la reciedumbre de carácter de mi padre, su convicción en la rectoría y conducción del Estado” y dice que “con claridad meridiana sabía mi papá hacia dónde debía llevar el país” y que siempre luchó por implantar un régimen nacionalista, libre y soberano. “Soñaba con hacer del país una patria grande. Como solía decir, jamás perdió de vista su objetivo. Me cuenta mi mamá que en cierta ocasión, de visita en los Estados Unidos, mientras hacían un recorrido de paseo en carro, se quedó absorto contemplando aquel desarrollo, los edificios, las carreteras, todo aquel bienestar imperante, y dice mi madre que de pronto la miró y enfatizando la voz le dijo: “así es como yo quiero ver a mi país”, y decía mi mamá que esas expresiones eran muy frecuentes cuando viajaban al exterior”. Conociendo al hombre público A medida que transcurría el tiempo y me adaptaba a mi nueva forma de vida en el destierro, pensaba mucho en mi padre, en aquellos coloquios cuando intercambiábamos ideas, historias y anécdotas. Esos recuerdos fueron despertando en mí un ardiente deseo de conocer al hombre más allá del padre bueno, amoroso y proveedor que yo conocía, entonces quería saber del estadista, del hombre público. Así que, después de superar ese proceso normal de acomodación o transición a la vida en el exilio, me inicié en un ávido, pero discreto proyecto que superaba los parámetros de la curiosidad para convertirse en un propósito serio, formal, de escrutar y recopilar, toda información fidedigna que me dijera cosas de mi padre. Pensaba en sus afanes de juventud, sus inquietudes, sus ambiciones, como encausó su vocación, así como de su prolongado ejercicio del poder. Quería agudizar más en muchas de las cosas que ya había escuchado de sus propios labios. Acudí primero a mi madre, no por ser la persona más allegada y accesible que tenía, sino, por ser ella la más confiable y autorizada fuente de información acerca de mi padre. ¿Quién pudo haberle conocido mejor que ella? Mi madre, muy parca y reservada, le conocía como ninguna otra persona. Era su confidente, sabía de todo el agridulce saboreado en el desempeño del poder a lo largo de toda la Era de Trujillo. Con su tierno amor maternal y con el disfrute a flor de labios, abrió para mí el escriño de sus más entrañables confidencias, me narraba y describía tantas cosas acerca de la reciedumbre de carácter de mi padre, de su convicción en la rectoría y conducción del estado. Con claridad meridiana sabía mi papá hacia donde debía llevar el país. Como nadie, logró conocer todos los rincones del territorio nacional y la idiosincrasia de los dominicanos. Me hablaba de sus desvelos trazándose metas épicas, para engrandecer el país para encumbrarlo a un sitial de preeminencia en el concierto de las naciones, ideal supremo de su gobierno eminentemente nacionalista. Todas las acciones gubernamentales estarían siempre orientadas a la consecución de ese ideal. Escuché a mi mamá hablarme de su valor, osadía y buena estrella. Muchas de las anécdotas que leo en los libros, ya las conocía de labios de mi madre. Los escollos no fueron pocos como veremos más adelante. Una cosa es cierta, que a medida que escuchaba los relatos de mi madre, se acrecentaba aun más mi admiración y mi amor por ese ser tan singular. Soñaba con hacer del país una “Patria Grande” como solía decir. Jamás perdió de vista su objetivo. Me cuenta mi mamá que en cierta ocasión, de visita en los Estados Unidos, mientras hacían un recorrido de paseo en carro, se quedó absorto contemplando aquel desarrollo, los edificios, las carreteras todo aquel bienestar imperante, y dice mi madre que de pronto la miró y enfatizando la voz, le dijo: “así es como yo quiero ver a mi país”. Y decía mi mamá que esas expresiones eran muy frecuentes cuando viajaban al exterior. Dando continuidad a mi búsqueda, fueron de mucho provecho las conversaciones sostenidas con otros familiares cercanos cuyas vivencias y conocimientos con tanto amor y generosidad compartieron conmigo.