sábado, 7 de agosto de 2010

Toman un cementerio como atajo para evitar los tapones
LOS CONDUCTORES COMPITEN EN MEDIO DE LA SOLEMNIDAD DEL CRISTO REDENTOR



  • Entrada. Los conductores que viajan de norte a sur hacia Pantoja, y de sur a norte a Los Girasoles, utilizan los 800 metros que hay entre la puerta principal y la trasera como una forma de reducir el tiempo del trayecto en más de un 50 por ciento.
Andrea Luna
andrea.luna@listindiario.com
Santo Domingo
Como si fuera poco, no basta con el deterioro y abandono que exhibe el cementerio Cristo Redentor, sus calles interiores están siendo utilizadas como atajo por vehículos de todo tipo, algunos cargados hasta el tope y en marcha a alta velocidad. Hasta los peatones lo usan como camino vecinal.
Quince minutos fueron suficientes para determinar el flujo de vehículos que transitan por la calle principal del cementerio, expresamente prohibido por tratarse de un recinto de su naturaleza, con el fin de acortar el camino.
La observación concluyó con cifras escandalosas: dos camiones cargados de papa y uno de arroz, tres minibuses de transporte escolar, carros de concho, guaguas “plataneras”, decenas de motores, camionetas transportando materiales de construcción, cuyo destino se pudo constatar y no era para construir dentro del cementerio, y hasta unos cuantos niños jugando en sus bicicletas.
Los conductores que viajan de norte a sur hacia Pantoja, y de sur a norte a Los Girasoles, utilizan los 800 metros cuadrados que hay entre la puerta principal y la trasera como una forma de reducir el tiempo del trayecto en más de un 50 por ciento.
Lo normal es que estos conductores lleguen a su destino por la vía correspondiente transitando por la calle La Isabela (paralela a la cementera), rechazada por su longitud y los semáforos.
A causa de los camiones de carga que se pasean de un lado a otro dentro del campo santo, gran parte de las calles ya no tienen asfalto y se han producido hoyos. Cuando llueve la situación es peor: el lodo imposibilita el tránsito.
La salida trasera del cementerio, que tiene una gran puerta con cuatro huecos, sólo conserva una cubierta de hierro, mientras que en dos marcos no hay nada y la restante está rota y sostenida apenas por unos cuantos palos secos. El descuido es evidente.